Armando Pilato

 

Matias Machado. Un año, un mes, un día, una hora después.

 

“Ser y tiempo se determinan recíprocamente, pero de una manera tal que ni aquel –el ser- se deja apelar como algo temporal ni este –el tiempo- se deja apelar como ente.

Al cavilar sobre todo esto, nos sorprendemos erráticamente entre enunciados contradictorios”.

Heidegger. Ser y Tiempo.

 

 

Las teorías de la representación recorrieron las últimas décadas del siglo xx sin que sus formuladotes dejaran, en ningún momento, de vincularlalas con el signo icónico. Así pues, la relación representativa entre la obra –cualquiera que fuera su soporte- y lo representado vendría a tener, siempre y desde los conceptos más clásicos o aristotélicos, una correspondencia de sustitución, semejanza o analogía. La fusión o la disociación del hecho artístico entre su cualidad de medio o su cualidad de objeto provocan, y más aun en la actualidad sobresaturada de imágenes, una serie de desvinculadas tensiones repletas de extremas contradicciones.

 

El lenguaje visual contemporáneo destila, desde la inocua acumulación de imágenes utilizadas como lugares comunes, una incomprensión de las capacidades internas de las mismas. Matias Machado, un artista contradictorio en el más positivos del término, continua enunciando – a través de sus acciones artísticas- cuestiones y preguntas acerca del concepto relacional entre las ideas de realidad y de representación.

 

El tiempo, ese constructo destructivo, ha sido activado por un pintor que no solamente trabaja con los materiales propios y centenarios de la pintura. A la manera de un científico compilador de los parámetros cercan la medición más correcta de la esencia de su espacio vital, Matias Machado ha realizado en el ultimo año un ejercicio helicoidal y de centrifugación. Si el punto de partida es la representación desde un satélite en el cual la longitud y la latitud determinan un punto exacto e irrepetible del espacio, la tesis fundamental de esta obra –que ahora se presenta como un todo- sería la de representar la idea de representación. El cómo constituye la cuestión principal, y esta se proyecta ante el mundo de los objetos con los argumentos de la dialéctica.

 

Ese descenso prospectivo, que ha remplazado realidades formales tomadas registralmente como ciertas y verdaderas, ha demostrado que la representación no es más que eso que mediante parámetros de segmento, tiempo, escala o volumen puede dar una idea de aquel espacio que se define en la frontera entre lo extremo y lo interno. La rigurosidad fenomenológica de la ciencia, objetivada en la expeditiva frialdad de los datos catastrales o de las armas del arquitecto, representan el taller (pero no solo este) en el que se ha desarrollado el más reciente trabajo artístico de Matias Machado.

 

Así pues, pinturas, esculturas, planos, fotocopias y aguasfuertes constituyen una sola obra. En ella el taller representa la forma de retención de un lugar que no se halla en si mismo, sino que existe en tanto se transmuta en referente y en referencialidad. La propiedad del espacio, la posesión de la propiedad ajena, muestran un campo de acción en el cual esta queda fuera, y más allá, del concepto.

 

Los pigmentos, el pincel, las maderas extraídas de un contenedor, los materiales y los útiles son los que aportan la apariencia física, las facturas, en unas obras entendidas como tales. Estas componentes, máquinas, elementos u objetos, se convierten así en términos de acción y en campo de energía. Un video documental registrara esta captación de lo efímero, al igual que una mordedura en el tiempo ¿Pero cuál es el diente que arranca la carne del tiempo?

 

La unidad temporal, aprehendida mediante una vida expresiva realística muestra la total e intransferible complejidad del sentido estético. La objetualidad vendrá después, con el traslado de todo aquello que una obra artística en si, y cuando esta se saque de contexto.

 

Matias machado says: la realidad era/es/será esto.